Mi alma es ancestral, recorrió a pesar del tiempo caminos infinitos.
Ha vagado por laberintos tan oscuros que ni siquiera un faro podría alumbrar. Se perdió en ellos, se dejó llevar. Y sin aviso previo, salió al sol de la pradera. Rodó por colinas riendo a carcajadas y creciendo con el alimento que era su sonido.
Se paseó desnuda por bares jazzeosos. Y mientras seducía, se dejaba seducir. Miró con ojos de loba y devoró todo lo que conquistaba su mirada.
Fue sirena en océanos eternos y se sentó a mirar estrellas en la punta de la media luna.
A veces tan dulce que diabetes.
A veces tan agria que rabia.
A veces tan triste que azul y llana.
A veces tan adentro que cosquillas en la panza; otras tan afuera que la ataba con un hilito para que no se me pierda atrás de una ventana.
A veces tan niña. A veces tan mujer. A veces tan anciana.
Siempre tan yo.
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